Poner en valor

Supongo que es una moda, una moda que lleva instalada varios años y que se extiende como una plaga. No sé exactamente dónde nació, parece que los primeros que la usaron fueron los arquitectos cuando se referían a estructuras que pretendían realzar. La locución la adoptaron después los políticos en ese intento, da la impresión, de hacernos creer que dicen más de lo que realmente dicen. Lo inquietante es que ya la veo escrita y la sueltan los locutores con un desparpajo que da miedo.
En las últimas semanas en Vitoria se ha utilizado con auténtica fruición. El diario Noticias de Álava tituló hace poco “La Diputación aspira a poner en valor Izki Golf con la creación de un centro de alto rendimiento deportivo”, el alcalde Patxi Lazcoz afirmó: “Vitoria pone en valor su patrimonio, al que hasta hace poco dio la espalda, en todo el mundo” en el IX Foro abierto de los patrimonios culturales y Alba Cañadas, la concejala de medio ambiente del Ayuntamiento dijo: “Ha sido inigualable la experiencia de poner en valor Vitoria y de hacerlo con unanimidad” en la aspiración de conseguir el título de Capital Verde Europea.
He leído que se trata de un galicismo, de la expresión francesa mise en valeur, con el significado de mejoramiento o revalorización, es decir, beneficiarse de algo que no da los frutos suficientes. Vale, lo he entendido: queremos ensalzar la ciudad; utilicemos entonces algunas de las muchas palabras que hay en nuestro castellano para decir lo mismo. Ejemplos: corregir, progresar, renovar, medrar, evolucionar, perfeccionar, promover, restablecer, enriquecer, reponer, desarrollar, engrandecer, reformar, innovar, enmendar, subsanar, recuperar…

EREs y ONGs


Parece que de momento la norma para formar el plural de las siglas que se escriben con mayúsculas se queda tal cual. Esta regla nos dice que el plural de ONG (organización no gubernamental) o ERE (expediente de regulación de empleo) se construye haciendo variar las palabras que las acompaña, esto es, las ONG, los ERE, muchas ONG o varios ERE. Y es que la comisión que se encargaba de preparar la nueva edición de la Ortografía de la Lengua Española que se publicará el próximo mes de enero ha decidido desestimar la idea de incluir la “s” minúscula en el plural de estas siglas. El uso de esta consonante en minúscula para pluralizar las siglas la hemos tomado del inglés y así nos hemos acostumbrado a leer PCs o PC’s, DVDs y TACs. Otra cuestión es saber cómo pluralizamos las siglas que ya se escriben con minúscula porque así las ha admitido la Academia como las voces web o chat. Pero, lo dicho, es otra cuestión y merece su propia entrada en este blog.

Contra más

Me han dicho que esta horrible expresión es de Vitoria, pero no,  no es así, está más extendida de lo que creemos entre los hispanohablantes: José Montilla en la campaña por la presidencia de la Generalitat de Cataluña la dijo hasta aburrir. La frase “contra más duermo, más cansado estoy” es un vulgarismo que el Instituto Cervantes ha incluido en el museo de los horrores. La explicación es sencilla: contra no tiene significado de adverbio de cantidad por lo que no puede sustituir a cuanto. Lo correcto es “cuanto más duermo, más cansado estoy”.

Gustave Flaubert

 “No sabe lo que es permanecer todo un día con la cabeza entre las manos, estrujándola, la pobre, para encontrar una palabra”.

Flaubert a Sand, desde Croisset el 27 de noviembre de 1866.

“El viento toca mi arpa como le apetece tocarla. Tiene sus altos y sus bajos, sus grandes notas y sus desfallecimientos, en el fondo me da igual siempre que se produzca la emoción, (…). Deje que el viento corra un poco por sus cuerdas. Creo que se preocupa más de lo necesario y que debería dejar que el otro actuara con más frecuencia. Funcionaría y sin cansarse. En ciertos momentos, el instrumento podría sonar débilmente, pero recuperaría su fuerza al prolongarse”.

Sand a Flauvert desde Palaiseau, el 29 de noviembre de 1866



“Querida maestra,…” escritoras en la correspondencia de Flauvert, publicado por El Olivo Azul, Colección Errantes

Franz Kafka

"Esta historia de La condena la he escrito de un solo tirón en la noche del 22 al 23, desde las diez de la noche hasta las seis de la mañana. Me costó mucho trabajo sacar mis piernas tiesas de tanto estar sentado debajo del escritorio. Ese terrible esfuerzo y la alegría de ver cómo la historia iba desarrollándose ante mí, cómo iba avanzando sobre las aguas. Varias veces en esta noche mis espaldas cargaron con mi peso. Cómo pueden decirse todas las cosas, cómo para todo, para las más extrañas ocurrencias, hay dispuesto un enorme fuego, en el cual se consumen y renacen. Tras la ventana se hizo el azul. Pasó un coche. Dos hombres cruzaron el puente. A las dos consulté por última vez el reloj. Cuando la criada pasó por primera vez por la antesala, escribí la última frase. Apagué la lámpara; luz diurna. Esos débiles dolores de corazón. Ese cansancio que desapareció mediada la noche. Mi trémula entrada en la alcoba de las hermanas. Lectura en voz alta. Antes, el estirarse ante la criada y decir: "He escrito hasta en la historia sólo vive a través de la relación con el amigo, esto es, con el elemento común, y que debido a la ausencia de boda no puede integrarse en los lazos de sangre que enmarcan a padre e hijo, esa huyentada con facilidad por el padre. Todo lo común se alza en torno al padre...".
11 de febrero de 1913
Diarios.

María Zambrano


Por qué se escribe

“Escribir es defender la soledad en que se está; es una acción que sólo brota desde un aislamiento efectivo, pero desde un aislamiento comunicable, en que, precisamente, por la lejanía de toda cosa concreta se hace posible un descubrimiento de relaciones entre ellas. Pero es una soledad que necesita ser defendida, que es lo mismo que necesitar de justificación. El escritor defiende su soledad, mostrando lo que en ella y únicamente en ella, encuentra”.

“Más las palabras dicen algo. ¿Qué es lo que quiere decir el escritor y para qué? ¿Para qué y para quién?
Quiere decir el secreto; lo que no puede decirse con la voz por ser demasiado verdad; y las grandes verdades no suelen decirse hablando. La verdad de lo que pasa en el secreto seno del tiempo, en el silencio de las vidas, y que no puede decirse. “Hay cosas que no pueden decirse”, y es cierto. Pero esto que no puede decirse, es lo que se tiene que escribir.
Descubrir el secreto y comunicarlo, son los dos acicates que mueven al escritor”.

“El que escribe, mientras lo hace necesita acallar sus pasiones, y, sobre todo, su vanidad. La vanidad es una hinchazón de algo que no ha logrado ser y se hincha para recubrir su interior vacío".

“Lo que se publica es para que algo, para que alguien, uno o muchos, al saberlo, vivan sabiéndolo, para que vivan de otro modo después de haberlo sabido, para librar a alguien de la cárcel de la mentira, o de las nieblas del tedio, que es la mentira vital.“

María Zambrano (Del artículo Por qué se escribe, Revista de Occidente, junio de 1934).

Encuentranos


La regla gramatical que rige a este gazapo que encontré en un anuncio publicado en nuestra prensa local es sencilla: las formas verbales con pronombres enclíticos llevan tilde o no de acuerdo con las normas generales de acentuación. Esto significa que mientras que el verbo “encuentra” no se acentúa por ser una palabra llana, sí lo hace “encuéntranos” ya que al añadirle el pronombre nos se ha convertido en esdrújula. Fácil.

Cuentacuentos

La voz cuentacuentos todavía no está incluida en el diccionario pero este loable oficio o recreación está a punto de hacerlo y aparecerá escrita en una sola palabra. Los procedimientos más habituales para formar palabras compuestas nuevas son dos: juntarlas como se hizo con sacacorchos y portafolios o intercalando un guion como hombre-rana y coche-cama. Hay veces en que simplemente se deja una separación. La elección entre una u otra depende, según dice la RAE, de la consolidación de las palabras: cuentacuentos ha seguido el trayecto de cuentakilómetros y cuentagotas. Bienvenida sea y es que creo que el cuento y el arte de narrar historias han aportado a la lengua hermosas expresiones:  “tiene más cuento que Calleja”, “venir a cuento” o “el cuento de nunca acabar”, así que vamos a dejarnos de cuentos y a escribirla junta.