Copago

Cuando las cosas se ponen feas el cuerpo tiembla, protesta de las formas más diversas: dolores de cabeza, contracturas musculares en el cuello, insomnio, irritabilidad… asoman como fluorescentes de color rojo para avisarnos de que la catástrofe está a la vuelta de la esquina. Acudimos al médico y salimos de la consulta con una colección de recetas que nos ayudaran a sobrellevar nuestro dolor. No contentos con esta opción acudimos al lenguaje y, en un intento engañoso de minimizar nuestro malestar, lo cambiamos. Así surgen los eufemismos. La RAE define esta palabra como “manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante”. Y, sin decoro ni vergüenza, nuestros políticos nos cuelan el término copago para cobrarnos, de nuevo, la asistencia sanitaria, un servicio que ya sale de nuestro agujereado bolsillo. El sangrante eufemismo y su consiguiente tarifa ya ha sido aprobado por el gobierno catalán y se introducirá en nuestras vidas como el dolor de cabeza y la irritabilidad y, si no lo impedimos, volveremos a la consulta del galeno a costear por segunda vez la pastilla que nos calme el sufrimiento del copago.

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