“Moctezuma impuso a Cortés la máscara del dios que prometió regresar, Quetzalcoatl. Pero, al hacerlo, el emperador azteca perdió la máscara que él mismo usurpó, y ésta era la máscara definida por su título imperial: el tlatoani, el señor de la gran voz, el señor de la palabra... Sólo una voz podría escucharse en el mundo azteca, entre los labios de la máscara.
¡Devuélvannos nuestro rostro!, clama el pueblo. ¡Devuélvannos nuestra voz!”.
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