La palabra se forja en el
combate contra lo que no va a decir y es castigado quien la procura cincel o
darle un rostro solo… Qué importa entonces la victoria, la derrota: la imagen
es la tienda del fuego.
En el combate, cada palabra
destruye un lazo de su pre-vida o sombra oblicua, confirma las ciudades
asoladas, las distancias que el exilio sembró delante suyo. Las palabras son un
pueblo de separados: huelen a lluvias anteriores en las que quieren otra vez
mojarse y tienden la mano abierta con humildad inexplicada. Cuanto más nombran,
más dejan sin nombrar y es de aquello (San Juan de la Cruz) que sacan fuerzas,
joyas, carbones o astros en el aire y el paso de toda criatura por la tierra.